Nada más cerca de la realidad, una cicatriz de cesárea, una cirugía en la rodilla o una hernia discal puede afectar otra zona del cuerpo pudiendo esta estar bastante lejos del foco de la lesión en concreto. Me gustaría compartir este asunto contigo porque son muchas las veces que mis pacientes no valorizan lesiones que, a priori, no tienen nada que ver con el suelo pélvico o con la zona pélvica en general, pero puede influenciar, y mucho, en disfunciones o dolor en el suelo pélvico! Si me dejas, te lo cuento todo!! 
 
Para entender cómo funciona este “mecanismo a distancia” necesitamos hablar un poco de anatomía. Sabemos de sobras que nuestro cuerpo está formado por huesos, órganos, sangre, músculos, ligamentos… pues ahora quítale a tu cuerpo todas estas piezas que a simple vista le dan estructura y forma, ¿con que te quedas? Te quedas con la fascia. 
 
La fascia es un tejido conectivo que organiza y separa, proporciona protección y autonomía a cada músculo y vísceras. Se trata de un tejido blando que se encuentra en cada rincón de tu cuerpo sin interrupción posible a no ser que la cortemos con un bisturí.
 
Para que nos hagamos una idea, esa telilla blanca que le quitas al pollo o a la ternera, muchas veces difíciles de retirar, es el equivalente a la fascia en el humano.
 
Como lo oyes, existe un “nuevo órgano” que es la fascia corporal. ¿Y por qué “nuevo”? porque hasta ahora y para muchos, es totalmente desconocido.
 
Ella tiene un recorrido continuo envolviendo todas las estructuras de tu cuerpo, piel, músculos, vísceras, grasa, venas y arterias, huesos… permitiendo mantenerlos en su correcta posición y funcionamiento. En cierto modo se puede decir que la fascia es el material de empaque que no solamente envuelve a todas las estructuras corporales, sino también las conecta entre sí, brindándoles el soporte y determinando su forma.
 
Además de las funciones de sostener y participar en el movimiento corporal, se le asigna otras actividades biomecánicas y bioquímicas. La fascia organiza y separa, asegura la protección y autonomía de cada músculo y víscera, pero también reúne los separados componentes corporales en unidades funcionales estableciendo las relaciones espaciales entre ellos, formando una especie de red ininterrumpida de comunicación corporal.
 
Hay quien no tenga en cuenta otras de sus propiedades tan importantes como la capacidad de dar expansión a los nervios y vasos linfáticos, el intercambio metabólico por su relación con el metabolismo del agua, la función nutritiva en relación con la sangre y linfa, convirtiéndose en el sofisticado medio de transporte entre y a través de todos los sistemas del organismo. El sistema fascial sano y equilibrado, con la capacidad de un libre y completo estiramiento, asegura al cuerpo la posibilidad de un movimiento completo en su amplitud y sincronizado en sus movimientos, siempre en la búsqueda de la máxima eficacia funcional con un mínimo gasto de energía.
 
 
Sin embargo, imagínate que sufres un corte en la piel, una fractura o una lesión muscular… el mismo sistema fascial puede interferir en lo que hasta ahora estaba bien y permitía un normal desarrollo de los movimientos, ya que desde ese mismo momento en que hay una interrupción de este tejido puede desencadenar un movimiento restringido y bloqueado imposibilitando alguna función. 
 
Todo esto porque la fascia también es el material que forma las adherencias y el tejido de cicatrización. Por lo tanto, el sistema fascial puede encontrarse en una excesiva tensión o puede estar excesivamente distendido; en ambas situaciones, la función corporal queda afectada.
 
Respondiendo a la pregunta que encabeza este post, considerando que el recorrido de la fascia es continuo, cualquier cambio estructural en una determinada parte del cuerpo puede generar restricciones en otras zonas, próximas o distantes al local donde se ha producido ese cambio. A este cambio estructural de la fascia se le llama  “disfunción miofascial” y puede producirse por diversos traumatismos de origen mecánico o emocional de origen intrínseco o extrínseco como, por ejemplo, un golpe, una caída, una intervención quirúrgica, una menstruación dolorosa o una postura inadecuada.
 
La disfunción miofascial no tratada correctamente y a tiempo lleva al paciente a un círculo vicioso de tensión y espasmo muscular produciendo una disfunción orgánica y dolor. 
 
Así que, si tienes o has tenido un problema en tu pie, probablemente la fascia a ese nivel cambiará su comportamiento provocando alteraciones en el tipo de apoyo del pie, cambiará tu modo de andar y todo esto alterará el recorrido fascial de tu rodilla, muslo, cadera… pudiendo afectar a estructuras más alejadas como puede ser tu suelo pélvico.
 
Los fisioterapeutas hemos aprendido a cuidar a nuestros pacientes desde una visión cada vez más global, más holística. No tratamos un bíceps o un suelo pélvico, sino a la persona que presenta síntomas relacionados con el desequilibrio de alguna estructura o función de su cuerpo y que, para nada, nos podemos limitar a observar solo el lugar de sus quejas o el local del dolor. Hay que observar más allá para poder dar con la principal causa de sus problemas y encontrar el equilibrio global de todas sus estructuras. Es inevitable entonces, tener en cuenta la fascia en todas sus formas y tratarla siempre que sea necesario.
 
Desde mi experiencia, el día que descubrí la fascia y su implicación en el cuerpo gracias al Profesor Andrzej Pilat, mi metodología de trabajo cambio 180 grados. Pilat se destaca en el mundo de la fisioterapia por la creación de la Inducción Miofascial, un método de trabajo manual que aporta al profesional una visión global e integrativa del organismo basado en la terapia miofascial.  
 
Creo que estamos frente a una nueva era de tratamiento que no podemos ignorar! No es posible mantener un cuerpo saludable sin que exista un sistema fascial saludable. Este sistema fascial debiera encontrarse en un equilibrio funcional para asegurarle al cuerpo el desarrollo óptimo en sus tareas !
 
Hace 10 años aproximadamente nadie hablaba de la fascia como se habla hoy! Es una cuestión de revisar la evidencia en este campo, es raro encontrar estudios anteriores al 2009 donde se relaciona a la fascia con la fisioterapia. Pues que sepas que la fascia siempre ha estado ahí. Los libros de anatomía han descartado este tejido porque molestaba, ensuciaba e impedía ver el órgano, el músculo o cualquier pieza que forma el cuerpo, de ahí que no se le haya dado la importancia que se merece hasta hace unos años.
 
Por suerte cada vez somos más los profesionales que nos formamos en estas técnicas y tratamos a nuestros pacientes teniendo en cuenta a la fascia, siempre con la evidencia científica como base, con cada vez más estudios que respaldan este razonamiento. 
 
Te recomiendo visitar la web de la Escuela de Terapias Miofasciales Tupimek (www.tupimek.com) donde encontrarás mucha información sobre la fascia y sobre la formación para fisioterapeutas.